Puede aparecer por temor. Alguna vez se atragantaron con comida y desde entonces solo quieren consumir puré o polenta, o cosas muy blandas. Hay chicos que únicamente aceptan comidas de color blancas. Y otros que se resisten a probar cosas nuevas; las verduras, por ejemplo, les causan arcadas.
Son las distintas caras de una misma patología: se llama teria y es el trastorno por evitación/restricción de la ingestión de alimentos. A pesar de que existe desde hace muchísimo tiempo, su diagnóstico y tratamiento son nuevos. Recién en 2013 este cuadro fue definido como un trastorno de la alimentación y se incluyó en el DSM-5, el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Si bien no existen estadísticas oficiales, los especialistas señalan qué hay cada vez más consultas y casos. En EE.UU., donde se diagnosticó por primera vez, el teria afecta a alrededor del 5% de la población infantil.
Uno de los principales problemas que tiene la patología es poder llegar a un diagnóstico porque se trata de un trastorno alimentario poco conocido. Además, muchos pueden pensar que un chico no come por capricho.
Mariela Córdoba, médica especialista en nutrición, señala que es importante entender que no se trata de un capricho. “Teria es un trastorno alimentario de evitación y restricción de alimentos. En algunos casos, quienes lo padecen no pueden ni siquiera tocar algunas comidas”, ejemplifica.
Otro inconveniente, según explica el nutricionista y psicólogo Guillermo Omar, es que muchas veces se puede confundir con otros trastornos alimentarios, como la bulimia y la anorexia. “Se distingue de estos dos cuadros porque en el caso de teria no hay una imagen corporal distorsionada y tampoco el paciente tiene preocupación por engordar. A lo que le teme es al alimento”, apunta.
Rasgos biológicos
Atrás del trastorno teria hay rasgos biológicos: algo generó los hábitos y las selecciones de la comida. “Teria tiene que ver con cuestiones específicas de la comida, como el color de los alimentos o el aroma. Suele empezar en la infancia, pero en ese momento los familiares lo interpretan como un capricho. El niño le toma cierta idea a los alimentos y deja de comerlos. Eso va dejando huellas. Hablamos de trastorno cuando ya interfiere en el crecimiento del chico y cuando estamos ante una deficiencia nutricional. A esto se suma un funcionamiento psicosocial alterado. Por detrás, hay una cuestión emocional”, precisa.
La piscóloga Olga Ricciardi, fundadora y directora del Centro Especializado en Desórdenes Alimentarios (CEDA), explica que la selectividad y evitación de alimentos ha sido leída como un capricho o una preferencia alimentaria, por lo que ni padres ni profesionales han dado entidad a esto como una enfermedad de origen psíquico hasta hace ocho años.
“Este trastorno se caracteriza por no alcanzar los requerimientos nutricionales diarios mínimos por la falta de interés en alimentarse; es decir, evitar las comidas con determinadas características sensoriales; o bien estar preocupado por las consecuencias al comer, por ejemplo, el temor a atragantarse. Puede generar un descenso de peso importante y deficiencias nutricionales que pueden acarrear problemas de salud”, especifica.
Según describe, hay tres tipos de teria. En el primero, los pacientes comen una gama muy limitada de alimentos debido a la incapacidad de tolerar ciertos sabores y texturas. En el segundo, las personas evitan alimentos o categorías de alimentos específicos, o pueden dejar de comer por completo, por temor a las consecuencias aversivas de comer, como asfixia, vómitos o malestar gastrointestinal. En el tercero, muestran una falta de interés en la comida o comer.
“Es importante señalar que estas tres presentaciones no son mutuamente excluyentes y pueden coexistir dentro del mismo individuo. Además de la heterogeneidad de la presentación clínica, el teria también es bastante diverso en términos de edad, demografía y comorbilidades”, resalta la especialista. No obstante, aclara que se han publicado datos sobre el teria en niños muy pequeños, en adolescentes y adultos, y varios estudios han destacado que tanto varones como mujeres presentan el trastorno. “Encontramos aumento de casos en niños de cuatro a 12 años”, precisa.
Lo que no es capricho
¿Qué factores pueden hacer aparecer la enfermedad?, le consultamos. “En el comienzo de la enfermedad se puede identificar episodio de vómito o atragantamiento, a partir de lo cual se desencadena un gran temor a comer y a que se repita dicho episodio, pero efectivamente no es la causa. “Tragar” es la metonimia de “callar”. Muchas veces reemplazamos una palabra por la otra y todos podemos entender que la frase “Tragué lo que iba a decir” significa “Callé lo que iba a decir”. Tragar opera psíquicamente como callar, algo que no puede ponerse en palabras, que siendo traumático no puede ser expresado. En la vida de un niño o niña pueden darse circunstancias familiares o escolares conflictivas, generando síntomas como atragantamiento, vómito y luego miedo a que esto se repita, por lo tanto, el niño o niña restringe la comida para evitar la consecuencia a la que le teme”, analiza.
“Cuando un niño o niña rechaza el alimento, sin aceptar probarlo, refiere que es por el color, la textura, por su aroma y no acepta la variedad necesaria para su buena nutrición, estamos frente a un síntoma alimentario, no frente a un capricho”, insiste.
Los trastornos de la conducta alimentaria tienen cura, aclaran los especialistas. El tratamiento debe ser individual, personalizado e interdisciplinario, remarcan. “Es necesario incluir a los padres y cuidadores en los espacios terapéuticos. Es importante constatar que los padres no den señales de enojo frente al síntoma y, mucho menos, que impongan un castigo por la negativa a comer. Es bueno verificar que el ambiente para la comida sea adecuado y tenga los elementos necesarios como silla, vajilla apropiada según la edad y, sobre todo, la tranquilidad necesaria, evitando el clima de tensión”, precisa la experta, quien a través de su cuenta de instagram, @ceda_online, ofrece consejos a los padres. Entre otras recomendaciones, habla de las señales de alerta, que son estas:
- Los cambios en los hábitos repentinos en los hábitos alimentarios.
- La selección de alimentos por color, textura y aroma.
- La restricción alimentaria aludiendo al temor de vomitar o atragantarse.
- El tiempo prolongado de permanencia frente al plato sin poder terminar la porción.
- La pérdida de peso.